Estamos terriblemente solos, andamos por medio de una gran cantidad de gente igualmente sola, muchos no lo saben, pero lo cierto, es que el ser humano a pesar del des/engaño de los amigos, familiares y otros nexos, donde tratamos de pegarnos para justificar nuestro “espejo” diario, cuyo espejo se convierte en puro espejismo, el egoísmo del yo, la autodefensa, la razón personal, el instinto de conservación, nos convierte en islas, islas rodeadas de otras islas, que a veces se acercan, pero que al menor movimiento sísmico se vuelven a separar, y seguir con nuestras aletargadas musarañas y así vivimos, como zombis urbanos, donde lo único que nos pertenece de verdad es nuestro cuerpo, ese amasijo de músculos, huesos y vísceras, por los que fluye un torrente de sangre, nuestro más preciado combustible y todo ello, unido a la capacidad de engañarnos para ser felices y comer perdices, quizás el engaño, sea la mejor solución, para afrontar esta vida con fecha de caducidad.

Esta obra bífida y experimental, intenta de algún modo trasladar mis claves, mi pensamiento, mediante esta imagen victoriana de la anatomía dibujada de un hombre, donde en primer lugar, vemos como su cabeza se convierte en un laberinto, el laberinto de las ideas, recurrente de mi anterior serie Quarks, el torso lo convierto en auto referencia, al incluir mi edad, fecha de nacimiento y año cuando se crea, unido a simbólicas letras del comienzo del abecedario y final de él, como ciclo vital que se cierra, esto se une a la descripción analítica de mi forma de ser ying y yang, mediante el cuadrado y el círculo, formas dicotómicas, del bien y el mal, que de cualquier manera, acompaña a todo ser humano.

Fernando baños / mayo de 2017